SUSTRATOS
Los
semilleros se pueden hacer con suelo, con sustratos orgánicos, con sustratos
artificiales o con una mezcla apropiada de éstos. Siempre se debe lograr un
sustrato con características físicas, químicas y biológicas propicias, que
faciliten la germinación. Cuando el suelo para la producción de plántulas
presenta condiciones impropias, como deficiencias de nutrientes, mal drenaje,
poca retención de humedad, textura poco favorable para el desarrollo y
funcionamiento de las raíces o presencia de plagas o enfermedades, es frecuente
reemplazarlo por sustratos de origen diverso, que en alguna o en todas las
fases de un cultivo permiten superar condiciones limitantes y acercar el
sistema radicular de la planta completa a una situación óptima para satisfacer
sus requerimientos hídricos y nutricionales.
Los
sustratos pueden estar compuestos por elementos naturales o modificados por
reacciones físicas y químicas, ser totalmente inertes o tener actividad
química. La posibilidad de aprovechar como sustrato hortícola la diversidad de
materiales disponibles en nuestro entorno está supeditada a un buen
conocimiento de sus propiedades, ya que a partir de éste es posible saber el
tipo de preparación que se requiere previo a su uso, sus aplicaciones y las
técnicas de manejo pertinentes.
Es
necesario tener en cuenta el contenido de nutrientes y algunas características químicas
del suelo o sustrato que puedan afectar el buen desarrollo de las plántulas, por
lo que el análisis físico-químico es una herramienta valiosa para conocer su composición.
Características
de los sustratos
No hay un
sustrato ideal que cubra absolutamente las exigencias de las plántulas, pero se
pueden diseñar mezclas artificiales que incluyan materiales abundantes de bajo
costo, fácil consecución y buena calidad. Para lograrlo se deben considerar
varios aspectos:
§
La
disponibilidad del material en el mercado.
§
La
posibilidad de manipularlo y de mantener características adecuadas al humedecerse.
§
Su
precio y el de la preparación.
§
Su
descomposición a lo largo del tiempo y la posibilidad de reutilización (en cultivos).
§
Las
características físicas: el tamaño de partículas, la porosidad y la retención
de humedad.
§
Las
características químicas: el pH, la capacidad de intercambio de cationes, la
salinidad, la relación carbono/nitrógeno y el contenido de nutrientes.
§
Que
esté libres de enfermedades, insectos y malezas.
§
Que
tenga baja densidad aparente, es decir, que sea un material liviano con alto
porcentaje de espacio poroso (>80%) y un volumen de aire a capacidad de
campo mayor al 20%.
§
Que
mantenga un volumen de agua fácilmente disponible mayor a 20%.
§
Que
tenga un buen drenaje y capacidad de infiltración.
§
Que
tenga buena cohesión entre partículas.
§
Que
no tenga tendencia a la compactación.
§
Que
alcance buen estado nutricional tanto de microelementos como de elementos
mayores y tenga una acidez óptima.
§
Los
programas de nutrición y de sanidad vegetal.
§
En
caso de su utilización en mezcla, que sea(n) fáciles de mezclar.
§
Que
resista los cambios del ambiente, tanto físicos como químicos.
En
semilleros que no utilizan sustratos artificiales para mejorar las condiciones
físicas del suelo, especialmente la porosidad, se recomienda hacer una mezcla
orgánica, cuya proporción dependerá de las características del terreno y de su nivel
de fertilidad. En general, se recomienda la mezcla con 4:2:1: cuatro partes de tierra,
dos partes de materia orgánica y una parte de arena. Esta mezcla puede utilizarse
tanto para semilleros a campo abierto a ras de piso, como para la producción de
plántulas en confinamiento. Además para favorecer un adecuado desarrollo de
raíces, se recomienda la aplicación de un fertilizante rico en fósforo tipo
roca fosfórica o superfosfato triple, el cual debe incorporarse homogéneamente
a la mezcla antes de iniciar el proceso de desinfección del suelo, por el
método de la solarización; de esta manera, se garantiza un adecuado nivel de
fertilidad durante el proceso de enraizamiento.
Sustratos
más utilizados
Compost:
Son residuos
orgánicos de estructura fina y descompuesta. Se usan excrementos animales,
residuos de plantas, etc. Físicamente aumentan la aireación y el contenido de
humedad y, químicamente, absorben los nutrientes evitando su lavado (nitrógeno
y potasio) y liberando lentamente la solución en forma de nutrientes. El compost
debe contener entre 35 y 50% de materia orgánica con relación al peso volumétrico,
se emplea en mezcla con sustratos inactivos o inorgánicos como la turba, la
perlita, la fibra de coco o la cascarilla de arroz.
El compost
adicionado a la turba proporciona mayor aireación y reduce la retención de agua
de la misma. Además, se ha comprobado que tiene efectos supresores a través de
los organismos antagonistas que se desarrollan en él. Las altas temperaturas
que se alcanzan durante el proceso del compostaje eliminan la mayor parte de
las malas hierbas y microorganismos dañinos.
En el caso
de la utilización de un compost como sustrato se puede utilizar como base la
siguiente mezcla:
Compost
68.00%
Gallinaza
14.00%
Arena
17.53%
Cal
dolomítica 0.09%
Roca
fosfórica 0.19%
Superfosfato
triple 0.19%
Total 100.00%
Humus: Resulta de los excrementos de
lombrices (Eisenia foetida), después de digerir residuos vegetales o
excrementos animales fermentados, luego se seca y se pasa a través de un tamiz
para obtener una buena textura. Sirve de fertilizante y reemplaza el compost, además
ofrece muy buenas características químicas
Cascarilla
de arroz: Sustrato
orgánico de baja descomposición por su alto contenido de sílice que, además,
aumenta la tolerancia de las plantas contra insectos y organismos patógenos. Se
debe usar en mezcla y hasta en un 30%, favorece el buen drenaje y la aireación,
presenta baja retención de la humedad y baja capilaridad. Para evitar el “enmalezamiento”
del semillero, es necesario humedecer previamente la cascarilla para hacer
germinar las semillas de arroz y otras plantas que siempre contiene; además, se
requiere realizar pruebas previas de germinación de semillas para verificar que
no haya presencia de residuos de herbicidas en ella.
Fibra de
coco: Su contenido de
nitrógeno es bajo y alto el de potasio; contiene cerca de 2 ppm de boro y debe
llevarse hasta 0,2 ppm para utilizarlo en hortalizas, que son muy sensibles al
exceso de boro. Adecuándolo, es una buena alternativa para países como el nuestro,
donde abunda esta planta (especialmente en la Costa Atlántica) y por los altos
costos de otros sustratos importados como la turba.
Aserrín:
Tiene un pH ácido y
puede ser tóxico para algunas plantas según el tipo de árbol del cual provenga;
por lo tanto, debe probarse antes de usarlo en cada especie hortícola.
Turba: Las turbas son los sustratos orgánicos
naturales de uso más general en horticultura. Es el resultado de la
descomposición completa de árboles (especialmente del género Sphagnum) y
se produce en países de las zonas templadas como Canadá, Alemania, Finlandia,
Suiza, Irlanda, Rusia, etc.) Se encuentran dos tipos de turbas: las poco
descompuestas, que son materiales de reacción ácida, pobres en minerales por
estar muy lavados, debido a su origen de zonas altas de precipitaciones
abundantes, y que conservan parcialmente su estructura y un buen equilibrio
entre agua y aire después del riego. Otras,
muy descompuestas, llamadas turbas negras, sin estructura, son con frecuencia muy
salinas y presentan menor aireación que las anteriores. Son apropiadas para mezclas
con materiales que mejoren sus propiedades deficientes porque no aportan
nutrientes, tienen alta capacidad de intercambio de cationes y de retención de
humedad y un alto grado de porosidad. Son ácidas (pH entre 3.5 y 4.5), aunque
en el mercado se encuentran turbas con pH corregido (5.5 – 6.5) y un contenido
de materia orgánica de 95%.
Manejo de semilleros
Desinfección: Anteriormente, la desinfección se
realizaba empleando productos químicos como Dazomet, Bromuro de Metilo,
Cloropicrina, Metilisotiocianato, Dicloropropano, etc., los cuales son
efectivos para el control de hongos, nematodos y bacterias, pero estos
productos están prohibidos o restringidos en muchos países por su alta
toxicidad para los seres humanos y animales y por su efecto adverso al medio ambiente. Además,
estos químicos se incorporados al suelo, pueden acarrear la eliminación de
organismos benéficos que, de una u otra forma, coadyuvan a la nutrición de las
plantas o a la regulación de las poblaciones de organismos perjudiciales.
También pueden ocasionar resistencia en los fitopatógenos hacia productos
químicos aplicados y acumulación en el suelo de sustancias tóxicas y de
residuos perjudiciales de las plantas, con sus consecuencias sobre la salud de
los consumidores.
Actualmente,
el método más recomendado para desinfección de suelo es la solarización húmeda, método físico en el cual se utiliza la energía
calórica irradiada por el sol. Para ello se cubre el suelo húmedo con
coberturas plásticas, esto hace que su temperatura aumente hasta el punto que controle
organismos patógenos como hongos, bacterias, nematodos, malezas e insectos. La
humedad del sustrato tiene un papel importante, pues en las horas de menor
temperatura (durante la noche) se condensa el agua evaporada en el día, lo que
ocasiona un proceso de pasteurización continua durante todo el tiempo que dure el
tratamiento. Estas fluctuaciones de temperatura entre el día y la noche rompen fácilmente
el ciclo biológico de los fitopatógenos presentes en el sustrato. La cobertura plástica
del suelo debe estar bien sellada para impedir el escape de agua. Para
construir una cama para la solarización del suelo, se procede de la siguiente manera:
una vez hecha la mezcla del sustrato (tierra, materia orgánica y arena) se realiza
la nivelación del suelo y se construyen eras de 1.20 m de ancho con una altura máxima
de 20 cm. Posteriormente se humedece el suelo a capacidad de campo y se cubre
con plástico transparente de 6 mm de espesor, procurando que quede lo más sellado
posible. El tratamiento debe durar, como mínimo, 40 días en zonas de clima frío
y 20 días en zonas de clima cálido. Además de su efecto deletéreo sobre los
hongos fitopatógenos, la solarización húmeda disminuye significativamente las
poblaciones de malezas anuales y perennes indeseables en los cultivos. Las
malezas se pueden reducir por muerte directa de las semillas debilitadas por el
calentamiento del suelo o por muerte de las semillas germinadas en el suelo
húmedo cubierto. Sin embargo, debe procurarse no cometer los siguientes
errores:
§
No
proporcionar la humedad suficiente al suelo para hacer efectiva la solarización,
antes del proceso ni durante el mismo.
§
No
cubrir adecuadamente el suelo para evitar la pérdida de humedad, lo que
facilita la dispersión del calor y disminuye la efectividad del tratamiento de
solarización.
§
Utilizar
plástico en malas condiciones o cubrir la era con retazos; esta actividad hace
que se pierda eficiencia en el proceso.
§
No
remover ni airear la mezcla, una vez finalice el proceso de solarización.
Errores comunes en el manejo de
semilleros
§ Inadecuada
preparación de la mezcla del sustrato.
§ Deficiente
tratamiento de desinfección (solarización).
§ Llenado
desigual de bandejas.
§ Siembra
de la semilla muy superficial o profunda, lo cual afecta la germinación. La
profundidad de siembra de una semilla hortícola no debe ser más de dos veces su
tamaño.
§ No
resembrar a tiempo (en semilleros tradicionales).
§ Aplicación
de riego en exceso o en forma deficiente.
§ No
supervisar constantemente la sanidad de plántulas.
§ Baja
fertilidad del sustrato utilizado.
§ No
se reduce la aplicación de riego una semana antes del trasplante (endurecimiento)
para disminuir el estrés a que son sometidas las plántulas, después de su
trasplante en campo.
Desinfección
de bandejas: Antes de
llenar las bandejas se deben retirar los residuos de sustrato de la producción anterior,
golpeándolas suavemente con la mano y lavándolas con agua a presión. Para prevenir
el contagio de las plántulas por hongos y bacterias, se deben desinfectar las bandejas
sumergiéndolas en una solución de hipoclorito de sodio o yodo agrícola a razón
de 5 a 10 ml por litro de agua y agitándolas por unos 30 segundos.
Siembra:
Se debe llenar con el
sustrato el mayor número de bandejas al mismo tiempo, para evitar diferencias
de humedad. Si el llenado es manual, las bandejas se colocan sobre una
estructura para facilitar la labor del operario, luego se llenan con la mezcla
de sustrato distribuyéndolo de manera uniforme en toda la bandeja. Golpee suavemente
la bandeja contra una superficie dura, para que no queden cámaras de aire
dentro de los alvéolos sino que, por el contrario, el sustrato se distribuya
uniformemente por todas las cavidades, luego se pasa una regla de madera por
encima a fin de retirar los excesos de sustrato. Para ubicar la semilla es
necesario hacer en todo el centro del cono un orificio de 0.5 cm de diámetro y
de 2 o 3 mm de profundidad, poniendo un marcador y ejerciendo una leve presión.
Se coloca una semilla por sitio, se tapa con una capa fina del sustrato y se pasa
una regla de madera para retirar los sobrantes. No es conveniente llenar
bandejas con mucha anticipación a la siembra porque se compacta el sustrato por
pérdida de humedad. Al momento de la siembra, todos los conos de las bandejas
deben tener la misma uniformidad, tanto en la mezcla del sustrato como en los
niveles de llenado y de fertilidad y en el contenido de humedad.
Coberturas:
Una vez sembradas las
semillas, se recomienda cubrir las bandejas con tela polisombra (30% de
sombra). Las ventajas de la colocación de esta malla son las siguientes:
§
Protege
las semillas del ataque de pájaros.
§
Amortigua
el golpe causado por el agua de riego.
§
Protege
las plantas del ataque de trozadores, al actuar como barrera física.
§
La
malla permite un incremento de la temperatura del suelo, acelera la germinación
de las plántulas y favorece la uniformidad en el semillero.
Riego: Las raíces de las hortalizas son muy
superficiales en los primeros estados de
crecimiento, por lo que el suministro de agua debe ser continuo para conseguir
un óptimo desarrollo de las plántulas. Posterior a la siembra, deben regarse en
la mañana y en la tarde si es necesario, para evitar deficiencias de humedad en
el sustrato que afecten la germinación de las semillas, ya que una semilla
recién embebida requiere humedad continua para su proceso de germinación. En
regiones muy cálidas se hace necesario regar dos y hasta tres veces al día, de
acuerdo con el tipo de suelo o sustrato, tipo de semillero, la especie sembrada
y las condiciones climáticas presentes. El exceso de humedad en los semilleros
puede favorecer el ataque de hongos del suelo que producen el llamado mal de
salcocho o damping-off. En zonas de alta precipitación, se recomienda la
construcción bajo coberturas plásticas (invernadero o túneles de plástico), de
tal manera que se pueda controlar el exceso de humedad. No obstante, exista o
no alta precipitación, lo recomendable es tener los semilleros bajo condiciones
protegidas. El riego que se les realiza a los semilleros debe hacerse en forma
suave para evitar el daño a las plantas con la presión del agua, lo más
recomendable es utilizar una poma que simule gotas suaves como en forma de
lluvia.
Fertilización:
En el caso de
utilizar sustratos inertes como turba, fibra de coco o cascarilla de arroz se
requiere un plan de fertilización tanto edáfica como foliar mediante
fertirriego. En el sistema de producción de plántulas en confinamiento, para
corregir deficiencias nutricionales, se recomienda diluir en agua un
fertilizante completo tipo 10-30-10 o 15-15-15 en dosis de 10 gramos por litro
de agua, y aplicarlo al semillero tratando de humedecer el suelo,
preferiblemente en horas de la tarde. La deficiencia más común es la de
fósforo, cuyos síntomas son plantas enanas, con raíces escasas y hojas de color
púrpura. Para contrarrestar dicha deficiencia se aconseja la aplicación de un
fertilizante soluble rico en fósforo, como es el caso de fosfato diamonio, en
dosis de 40 gramos disueltos en ocho litros de agua, cantidad suficiente para
humedecer un metro cuadrado de semillero. Cuando se presentan plantas enanas
acompañadas con amarillamiento de las hojas, se debe a deficiencia de
nitrógeno, lo cual se corrige con la aplicación de nitrato de potasio en dosis
de 30 g en 10 litros de agua, o urea en dosis de 50 g por 10 litros de agua por
metro cuadrado.
Endurecimiento
de las plantas: Consiste
en disminuir la aplicación del agua de riego máximo, una semana antes del traslado
de las plántulas a campo. Esta práctica es de gran importancia en el semillero y
se hace con la finalidad de controlar el crecimiento de las plántulas,
endurecer los tejidos y facilitar su adaptación a las condiciones de estrés en
el campo. Así mismo, se logra que las raíces inicien una exploración más
acelerada en busca de agua y de esta forma se consigue que se desarrollen más
rápidamente. Cuando las plántulas han crecido en condiciones muy favorables de
humedad, sus tejidos son muy acuosos y débiles; con la disminución del riego
antes del trasplante se busca endurecer los tejidos para que sean más
resistentes bajo condiciones de campo. Cuando las plantas han sufrido
deficiencia de humedad se presenta un endurecimiento de los tejidos, y los
tallos se observan gruesos y leñosos. Se recomienda, antes del trasplante,
aplicar a las plantas una solución iniciadora rica en fósforo. Se utiliza como base
fosfato de amonio en dosis de 6 gramos por litro de agua, se aplican de 4 a 6 litros
por metro cuadrado, 3 o 4 días antes del trasplante.
Germinación:
Se requieren entre
seis y ocho días en promedio para que las semillas germinen plenamente. Fuera
de la buena calidad de la semilla, la velocidad de germinación está
influenciada por la temperatura óptima y la humedad del suelo, el cual debe
estar a capacidad de campo. En tomate, la temperatura óptima para la
germinación está entre 16 y 28º C; temperaturas menores de 10º C y superiores a
35º C inhiben la germinación, a 15º C se presenta una germinación del 75% y a
35º C germina un 70% de la semilla. Respecto al porcentaje de germinación de
las semillas, es importante tener en cuenta su longevidad, la cual depende de
las condiciones de conservación que se les proporcionen. Los factores que
inhiben la germinación son:
Factores
endógenos
Madurez de
la semilla.
Estados de
latencia.
Presencia
de hormonas inhibidoras.
Humedad de
la semilla.
Testas
impermeables o duras.
Factores
exógenos
Temperatura.
Humedad.
Luz.
Adecuación
y preparación del terreno: Antes
de iniciar la construcción del invernadero, y para facilitar esta labor, es recomendable,
si el terreno no ha sido sembrado antes o está en descanso, arar y rastrillar
el lote con el fin de mejorar las condiciones físicas del suelo y controlar las
malezas, principalmente gramíneas o ciperáceas. La arada y la rastrillada deben
realizarse a 30 cm de profundidad. Cuando el semillero ya ha sido sembrado,
para la preparación del suelo para próximas siembras es recomendable aplicar
labranza mínima únicamente en el sitio donde van los surcos, es decir formar la
cama o surcos donde se trasplantará la hortaliza. La actividad consiste en
levantarlos por lo menos de 25 a 40 cm. Los surcos altos tienen grandes
ventajas, entre ellas mejor drenaje y
mejor aireación y desarrollo de las raíces. Posteriormente, se procede a marcar
los sitios donde quedarán ubicadas las plantas. En estos sitios se hace un
hueco de tamaño ligeramente mayor al volumen ocupado por el recipiente que
contiene la planta que se va a trasplantar. Una vez trasplantadas, es necesario
regarlas para evitar su marchitamiento.
Distancias
de siembra: La
distancia entre surcos más apropiada, es aquella que permita una adecuada
ejecución de las labores y que evite el exceso de humedad alrededor de las plantas.
Para aquellas zonas donde se genera una alta humedad relativa, no es recomendable
la siembra en surcos dobles ya que se crean las condiciones para la incidencia
de enfermedades. En general, los espaciamientos menores, con altas densidades
de siembra, aumentan la competitividad por nutrientes, agua y luz y exigen
mayor atención en relación con el manejo del cultivo, principalmente con la
protección fitosanitaria, la fertilización, el amarre y las podas de las
plantas. Se debe tener en cuenta que no necesariamente a mayor número de
plantas por m² habrá incremento de la producción, ya que la competencia entre
plantas por nutrientes y luminosidad produce frutos más pequeños y huecos con
pobre coloración; igualmente, se incrementa la alta humedad relativa dentro del
invernadero favoreciendo la incidencia de enfermedades. La densidad de siembra
que se utilice depende de la variedad elegida, el tipo de poda, el arreglo
espacial (surco sencillo o doble), el tutorado y la fertilidad del suelo, las condiciones
agroecológicas de la zona, la disposición y el tipo de riego.
En zonas
frías, donde hay alta nubosidad y alta humedad relativa, lo recomendable es la
siembra en surcos sencillos, para facilitar la luminosidad y la ventilación de
las plantas; al contrario, en zonas con alta radiación, es recomendable la
siembra en surcos dobles para evitar daños a los frutos por golpe de sol.
Análisis
foliar: Es útil para
determinar las causas de crecimiento retardado de enfermedades abióticas que se
observan en el campo. Es necesario que las plantas evaluadas estén al menos en
floración, aunque la etapa más utilizada es el estado de formación de frutos
(diámetro de 1 a 3 cm). Si el análisis se hace en etapas iniciales de
crecimiento (inicio de floración) es posible corregir deficiencias mediante
aspersiones foliares. Por otra parte, el análisis foliar es una herramienta que
ayuda a la planificación de los programas de fertilización para cosechas
posteriores. La muestra para el análisis foliar en la mayoría de hortalizas se
toma de las láminas de los foliolos o en los pecíolos de las hojas, antes o al
momento de la primera floración, en la tercera, cuarta o quinta hojas
desarrolladas a partir de la yema terminal en los tallos principales. No se
deben utilizar hojas dañadas por insectos, enfermedades, herbicidas, etc., ni
incluir hojas secas con deformaciones, manchas necróticas o presencia de
insectos. Para poder interpretar los análisis foliares, se debe muestrear el
tejido indicativo en la época indicada para cada cultivo, de esta manera se
pueden comparar los datos obtenidos con los rangos obtenidos o niveles
críticos. Se debe tener en cuenta que estos niveles pueden cambiar con las
variaciones en clima, la tasa de crecimiento de la planta o con la presencia o
ausencia de otros elementos.
Fertilización:
Antes de hacer un
plan de fertilización se debe contar con un análisis de suelo, con el fin de
determinar las necesidades de elementos nutricionales, y así hacer los ajustes necesarios
que garanticen una adecuada nutrición del cultivo de acuerdo con sus
requerimientos nutricionales. Las extracciones de macronutrientes que realizan
las plantas están relacionadas con las condiciones de desarrollo del cultivo
(suelo, clima y técnicas de cultivo), con el destino de la producción, la
variedad sembrada y el rendimiento agrícola. La necesidad de fertilizantes del
cultivo va a depender de la disponibilidad de nutrientes del suelo de acuerdo
al pH, el contenido de materia orgánica, la humedad, la variedad, la producción
y la calidad esperada del cultivo. Por eso las aplicaciones de fertilizantes
estarán sujetas al resultado del análisis químico del suelo, el análisis
foliar, las observaciones de campo y las recomendaciones del técnico. Una
fertilización eficiente es aquella que, con base en los requerimientos
nutricionales de la planta y el estado nutricional del suelo, proporciona los
nutrientes en las cantidades suficientes y en épocas precisas para el cultivo.
Una buena fertilización no solamente implica aplicar el elemento faltante, sino
también mantener un balance adecuado entre los elementos, tanto en el suelo
como en las diferentes estructuras de la planta. El programa de fertilización
debe considerar los siguientes puntos:
§
Tipo
de cultivo.
§
Necesidades
nutricionales del cultivo.
§
Características
y aportes de nutrientes del terreno.
§
Contenido
de nutrientes aportados por el fertilizante.
§
Solubilidad
del producto.
§
Efecto
sobre el suelo y sobre las capas freáticas.
§
Dosis
y momento de aplicación.
El uso
de abonos orgánicos puede
contribuir a mejorar la fertilidad del suelo, pues al incrementar la materia
orgánica, aumenta la capacidad de retención de agua y nutrientes y se reduce la
erosión. Sin embargo, se debe tener presente que, potencialmente, son
también fuente de contaminación microbiológica, por lo cual es necesario tomar todas
las medidas posibles para controlar su uso y eliminar o reducir los riesgos de
contaminación. Por tanto, hay algunas consideraciones que se deben tener en cuenta
en la utilización de materia orgánica:
§
Usar
sólo abonos orgánicos que hayan sido sometidos a tratamientos de compostaje,
para reducir el riesgo de contaminación microbiológica en las aplicaciones
superficiales.
§
La
aplicación del abono orgánico se debe hacer por lo menos dos semanas antes de
la fecha de siembra o trasplante, para evitar la toxicidad o problemas de
inocuidad en la planta o en sus frutos; las dosis varían entre 1 a 5 ton/ha, de
acuerdo con el contenido de nitrógeno y materia orgánica según el análisis de
suelo.
§
Una
vez incorporada la materia orgánica compostada, es conveniente humedecer el
suelo antes del trasplante para facilitar la liberación de ácidos y calor que
pueden quemar las raíces y la base del tallo de la planta.
§
Deben
transcurrir más de 120 días desde la aplicación hasta la primera cosecha.
§
Se
debe realizar una buena preparación del suelo para que la incorporación del
abono al suelo sea provechosa; de esta manera se evitan riesgos de contaminación
microbiológica.
§
Sólo
se deben utilizar abonos de origen conocido cuyas técnicas de tratamiento estén
garantizadas.
La fertilización
edáfica es la
aplicación al suelo de abonos químicos u orgánicos en estado sólido o líquido a
fin de que las plantas los absorban a través de sus raíces. Para que este
método de fertilización sea efectivo, es clave la correcta ubicación del fertilizante
puesto que, en gran parte, la baja productividad de los suelos se debe a una
inadecuada aplicación de los mismos. En lo posible, deben seguirse dos normas
generales con respecto a la ubicación y época de aplicación de los
fertilizantes: uno, que sean incorporados y, dos, aplicados antes o al momento
de la siembra. La incorporación de fertilizantes al suelo evita pérdidas por
volatilización; por inmovilización, como en el caso de los fertilizantes
fosfatados, cuya movilidad en el suelo es casi nula, y si se ponen en la
superficie quedan entonces afuera de la zona radicular del cultivo, y por
desnitrificación, pues en suelos inundados, los fertilizantes amoniacales mal
incorporados pasan a sus formas gaseosas y se pierden en la atmósfera. En
invernadero, se aprovecha el sistema de riego para aplicar la fertilización
disuelta en el agua, lo cual le permite a la planta obtener de manera oportuna
los nutrientes para su desarrollo. Si no se dispone de este sistema, se
recomienda realizar fertilizaciones edáficas, iniciando con una fertilización
de establecimiento y continuando a partir de los 20 días después del
trasplante, con intervalos de aplicación de 20 días hasta la formación del
último racimo por cosechar. No se debe esperar a que aparezcan síntomas de
deficiencias de nutrientes en el cultivo, porque el daño es ocasionado antes de
su aparición. Por eso es fundamental aplicar los fertilizantes al momento de la
siembra de acuerdo con la necesidad según
el análisis
de suelo. La aplicación debe realizarse en corona o media corona, alrededor
del tallo,
y luego se hace un aporque.
La fertilización foliar es la aplicación de fertilizantes
líquidos o polvos solubles en agua, a las partes aéreas de las plantas. Las
hojas tienen la capacidad de asimilar sustancias nutritivas, y lo hacen en tres
pasos: penetración, absorción y traslocación. Es efectiva cuando existen
deficiencias de algunos elementos. Lo más común y frecuente es hacer
aplicaciones foliares de nitrógeno, calcio, fósforo, potasio y algunos elementos
menores. Tiene las siguientes ventajas:
§
Es
un buen recurso en situaciones de emergencia.
§
Se
aplican cantidades menores de fertilizante al follaje que al suelo, para alcanzar
un nivel deseable de nutrientes.
§
De
gran importancia en cultivos sometidos a estrés por la acción adversa del medio
en que se desarrollan, o por efectos fitosanitarios negativos como: salinidad,
altos contenidos de arcilla, y altos contenidos de materia orgánica.
§
Los
síntomas visuales de respuesta a un elemento son más rápidos en el caso de la
fertilización foliar. Es probable, por lo tanto, que en caso de aplicaciones
tardías de fertilizantes sea mejor recurrir a las aplicaciones foliares que a
las edáficas.
§
Ayuda
a las plantas a recuperarse de los efectos fitotóxicos producidos por herbicidas,
inundaciones, podas y después de altas producciones.
§
Por
su alta solubilidad, la aplicación al follaje de fertilizantes foliares es
ideal en áreas de semilleros y trasplantes. A la planta hay que alimentarla
bien desde que nace. Requerirá los abonos aplicados al suelo a partir del momento
en que necesita absorber nutrientes, hasta cuando tiene suficiente masa en su
parte aérea para que se pueda aplicar la fertilización foliar.
Fertirrigación:
Es la aplicación de
fertilizantes disueltos en el agua de riego. En un sistema de riego por goteo
ofrece las siguientes ventajas con respecto a la fertilización edáfica:
§
Mejor
distribución y mayor uniformidad en la aplicación de los fertilizantes, pues se
localizan en la zona donde se desarrollan las raíces.
§
Los
fertilizantes se suministran a la planta conforme a sus necesidades en las
distintas etapas de desarrollo.
§
En
la fertilización edáfica se hacen aportaciones nitrogenadas cuantiosas, lo que
puede dar lugar a pérdidas importantes por lavado y volatilización, sobre todo
en suelos arenosos. En fertirrigación mediante riego por goteo no existe este
inconveniente.
§
Ahorro
de fertilizantes.
§
La
asimilación de los nutrientes es mayor, por la uniformidad horizontal y vertical
en la aplicación, porque la penetración al suelo es más rápida y uniforme y
porque se aplican fuentes altamente solubles y con suficiente volumen de agua
para que las plantas las puedan absorber eficientemente.
§
Adecuada
nutrición. Se facilita la aplicación balanceada de acuerdo a las necesidades
momentáneas de nutrición de las plantas.
§
Corrección
rápida de deficiencias específicas.
§
Aplicación
eficiente de microelementos, los cuales son costosos y se requieren en pequeñas
cantidades.
§
Aplicación
de cantidades exactas de fertilizantes a través de sistemas de control
automático.
§
Reducción
de costos operativos de aplicación de fertilizantes: energía, mano de obra,
otros.
§
Evita
el taponamiento de equipos de inyección, goteros, mangueras, etc.
Por otro
lado, la utilización de la fertirrigación tiene las siguientes limitaciones:
§
Exige
la utilización de fertilizantes líquidos o sólidos solubles.
§
El
agua que contiene fertilizantes químicos no debe ser utilizada en ninguna otra
actividad, no puede ser bebida por seres humanos ni animales.
§
Todas
las sustancias a inyectar en el sistema de riego deben ser evaluadas para
determinar su compatibilidad o si causarán alguna reacción química indeseada.
§
Si
no se tienen sistemas exactos de monitoreo del riego, se puede llegar a contaminar
aguas subterráneas debido al exceso de agua con sustancias químicas.
§
Todas
las partes que entran en contacto con soluciones concentradas o con sustancias
químicas inyectadas, deben estar hechas de materiales resistentes a la
corrosión con el fin de reducir ésta al mínimo.
§
Se
requiere un correcto funcionamiento de todos los componentes del sistema.
§
La
Inversión inicial alta.
§
Para
lograr la máxima eficiencia, se requiere conocimiento sobre preparación de
soluciones, deficiencias nutricionales, requerimientos nutricionales del
cultivo, etc.
Recomendaciones
técnicas para la aplicación y manejo de fertilizantes
§
Se
debe tener un programa de aplicación de fertilizantes, realizado por personal
capacitado, que apunte a lograr el máximo beneficio productivo, disminuir las
pérdidas del productor y evitar la contaminación ambiental, así como la
presencia de sustancias dañinas para el consumidor.
§
Adquirir
las cantidades de fertilizantes que se demandarán durante la temporada, para
reducir el riesgo de pérdidas y de contaminación durante su almacenamiento.
§
En
el programa de fertilización se deben considerar los siguientes puntos:
ü
Tipo
de cultivo.
ü
Necesidades
nutricionales del cultivo.
ü
Características
y aporte de nutrientes del terreno.
ü
Contenido
de nutrientes aportados por el fertilizante.
ü
Solubilidad
del producto.
ü
Efecto
sobre el suelo.
ü
Dosis
y momento de aplicación.
§
Para
cumplir con los puntos del programa de fertilización, se debe realizar un
análisis del suelo o el sustrato por medio de un laboratorio especializado,
antes de la plantación o del inicio de la temporada, o bien anualmente. Además,
se debe conocer e historial de manejo del terreno.
§
Las
cantidades de fertilizante que se van a aplicar son un punto crítico; por esto
la dosificación, el pesaje de los productos y la preparación de las mezclas las
debe hacer un técnico capacitado para ello.
§
Se
debe aplicar una fertilización balanceada para evitar el desarrollo de enfermedades
tanto infecciosas como fisiológicas en las plantas, y, además, prevenir la
generación y acumulación de sustancias dañinas para los consumidores.
§
Igualmente,
evitar la aplicación de fertilizantes con alta solubilidad donde exista riesgo
de contaminación de aguas, ya sean superficiales o profundas.
§
Se
deben considerar las condiciones climáticas para la aplicación del fertilizante
y posterior a ella, con vistas a prevenir las pérdidas por escorrentía, y, por
lo tanto, la posible contaminación de aguas y suelo.
§
Los
riegos se deben realizar minimizando las posibilidades de pérdidas de fertilizantes
por escorrentía.
§
En
el caso de productores que cuenten con sistema de riego tecnificado, se podrán
hacer las aplicaciones a través del riego, teniendo especial cuidado en las
características de solubilidad del producto, su dosificación y las necesidades
del cultivo.
§
Las
maquinarias usadas para la aplicación de fertilizantes se deben mantener
limpias y en buen estado, chequear su correcto funcionamiento cada vez que se
usen, y hacerles mantenimiento por lo menos una vez al año.